Uso de la violación como arma de guerra, en particular en la República Democrática del Congo y Sudán (debate)
Hana Jalloul Muro (S&D). – Señora presidenta, la violencia sexual como arma de guerra es una de las caras más atroces y silenciadas de los conflictos. No se trata de actos aislados de soldados descontrolados, sino de una táctica deliberada que deconstruye a individuos, familias y comunidades enteras. Es una violencia que somete, aterroriza y desplaza, dejando secuelas físicas, psicológicas y sociales que duran generaciones.
En Sudán, combatientes de las Fuerzas de Apoyo Rápido han cometido violaciones en grupo y esclavitud sexual contra decenas de mujeres y niñas. Hay regiones donde las mujeres han sido violadas en presencia de sus familias e incluso secuestradas y sometidas a meses de abusos en bases militares. Estas atrocidades constituyen crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad.
En la República Democrática del Congo, la violencia sexual alcanza niveles desgarradores. Decenas de miles de mujeres son violadas cada año. Los combatientes utilizan esta brutalidad para sembrar el terror y desgarrar el tejido social, dejando comunidades enteras traumatizadas, silenciadas y divididas.
Ante esto, debemos ser claros: debemos acabar con las guerras que permiten estas atrocidades, así como garantizar la justicia y la reparación a las víctimas, poniendo fin a la impunidad. Por eso son tan importantes las direcciones generales como las de las víctimas ante la Corte Penal Internacional. Sobre todo, no más guerras, no más impunidad y no más silencio.